
Recuerdo aquel súbdito e inesperado encuentro
cuando ya me sentía perdido y desconcierto.
!Querías hablar conmigo! Yo acudí presto.
Al deleitar mis ojos rojos los tuyos negros
y mis dedos acariciando tu suave pelo,
me invadió oscuro deseo y pregunté burlesco...
¿qué ocurriría si todo esto fuera más lejos?
!Que te irías corriendo! me contestaste.
¡Cuánto desprecio mi apagado temperamento!
que por culpa suya he de morir sin saberlo.
¿Realmente te hubieras ido corriendo?